Washington cedió porque los conservadores británicos serán arrasados / Los reporteros podrán ser acusados de espionaje.
TÉMORIS GRECKO | JUL 03, 2024. La sorpresiva noticia de la liberación de Julian Assange, el fundador de la plataforma de revelación de filtraciones periodísticas WikiLeaks y objeto de una furiosa persecución estadounidense, recorrió las redes en instantes.
Millones de personas en todo el mundo siguieron atentas su larguísimo recorrido de dos días: desde que abandonó la prisión británica de Berlmarsh, llegó al aeropuerto de Stansted, subió a un avión que, con escala en Bangkok y lo llevó a la isla de Saipán, en medio del Océano Pacífico. Ese era el paso más delicado porque, según el acuerdo al que llegó con Washington, en esa colonia estadounidense debía presentarse ante una corte para declararse culpable de un cargo de espionaje -otros 17 serían retirados- y ser condenado a 62 meses de cárcel, justo los que había pasado en Londres, para después volar a su natal Australia.
El factor político fue clave para que Estados Unidos aceptara renunciar a su venganza y conformarse con salvar cara, al conseguir la admisión de culpabilidad. Durante los siete años que Assange pasó encerrado en la embajada ecuatoriana en Londres y los cinco que sufrió bajo restricciones de alta seguridad en Belmarsh -12 en total-, Washington contó con el apoyo del gobierno conservador de Gran Bretaña, que lleva 14 años en el poder. También tuvo el de otro gabinete de derechas, el del país de origen de Assange, Australia.
Pero este último fue derrotado por el Partido Laborista en mayo de 2022 y el nuevo primer ministro, Anthony Albanese, se comprometió a ayudar a su compatriota. Él y su partido cumplieron y Australia, uno de los principales aliados de E.U., se sumó a la campaña por la liberación.
Washington entendió, además, que el escenario se le complicaba mucho más, y esto fue lo que determinó que aceptara el acuerdo: la semana próxima, el jueves 4 de julio, Gran Bretaña celebrará elecciones en las que los conservadores serán aplastados, barridos de una manera histórica, por el Partido Laborista. Este tiene una relación de hermandad con su par australiano. La prolongada ventana de tiempo en la que la extradición de Assange parecía a la mano, estaba por cerrarse.
Salvarlo de la vendetta estadounidense se convirtió en una reivindicación toral de la lucha por la libertad de expresión en Occidente, y su retorno a Australia parecía el éxito.
El acuerdo de culpabilidad, sin embargo, ha creado un grave precedente para el periodismo mundial. Estados Unidos por primera vez logró condenar judicialmente a un periodista por revelar sus secretos, aunque esto estuviera prohibido por la Primera Enmienda de su Constitución.
Peor aún, lo hizo no con uno de sus ciudadanos o por un delito cometido en su territorio, sino con un extranjero que actuaba en otro país.
Assange pagó con “cincos años de prisión por actividades que los periodistas hacen cada día”, dijo Jameel Jaffer, de la Universidad de Columbia, de Nueva York. “Dejará una larga sombra sobre el tipo de periodismo más importante no solo en este país, sino alrededor del mundo”.
Venganza contra el mensajero
La persecución estadounidense contra Assange, al principio, se hizo de manera errática y con pretextos, con acusaciones presentadas por otros países -Suecia y Gan Bretaña- por supuestas faltas cometidas allá. El gobierno de Barack Obama se rehusó a levantar cargo bajo una normatividad de 1917, la Ley de Espionaje, precisamente porque equivaldría a perseguir el periodismo.